Dom Pérignon Vintage 2010 fue una apuesta valiente, fruto de un compromiso inquebrantable con la expresión de la naturaleza, junto con la libertad que da impulso a las propuestas más audaces. Para 2010, declarar una añada era un reto desalentador.
Las heladas invernales y una primavera fría testimoniaron la latitud septentrional del viñedo. El verano fue caluroso, pero no excesivamente, y las lluvias, poco frecuentes, parecían confirmar los pronósticos de un año especialmente seco. De repente, a mediados de agosto, todo cambió. En solo dos días, cayó el equivalente a dos meses de lluvia. Con el calor y el agua, la maduración fue rápida y generosa.
Las uvas tuvieron un elevado equilibrio, a la vez dulce y ácido, pero hubo que abandonar algunas parcelas.